Definitivamente nadie es perfecto, ni siquiera la crema y nata de la ciencia, y si no que se lo digan a Stephen Hawking, quien tampoco se ha distinguido por ser el mejor padre y marido. La idea de que los genios son un poco distraídos y no precisamente un dechado de comportamiento social no nos es ajena. Imagino que disculpamos a los genios por su falta de convencionalismos debido a que ocupan sus valiosos cerebros para menesteres menos prosaicos, como el descubrir alguna de las leyes de la física o encontrar algún agujero negro. No hay mejor ejemplo que Sheldon Cooper, el inteligentísimo aunque poco dotado socialmente doctor de la serie The Big Bang Theory, cuyos esperpentos en sus relaciones con otros humanos nos han sacado más de una risa. Por lo general, los genios son seres humanos normales, con sus virtudes y defectos, aciertos y desaciertos sociales, y Albert Einstein no era una excepción. No obstante, poco conocida es la historia familiar del genio de Ulm, y por ello hoy he querido recordarla.
Bajo ningún estándar podríamos considerar las relaciones familiares del viejo Albert como normales, y ya desde un principio la historia tendría ramificaciones extrañas. En 1896, Albert conoce a Mileva Maric, una joven aristócrata serbia que se había enrolado en el mismo curso que él en la Universidad Politécnica de Zurich. Era la única mujer ene se grupo, y los dos jóvenes se hicieron amigos. Durante los próximos años ambos s dedicarían de lleno a sus estudios, salpicados sólo por ocasionales veladas en las que Albert podía presumir de su talento con el violín. Eventualmente, Albert conseguiría graduarse en 1900 con un diploma de profesor de física, pero Mileva suspendió la parte de matemáticas, y tuvo que intentarlo nuevamente al año siguiente. Todo cambió cuando en 1901 Mileva descubrió que estaba embarazada y tuvo que abandonar sus estudios y sus intentos de graduarse. Se trasladó a Novi Sad (Serbia) para estar con su familia, y muy probablemente a principios de 1902 nació su hija, que sería conocida como Lieserl. Ahora bien, poco o casi nada se sabe de la pequeña, pues el mundo desconocía su existencia hasta finales del siglo XX, cuando unas cartas personales entre Albert y Mileva revelaron el secreto. Siendo madre soltera, Maric dejó a la pequeña a cargo de sus padres, pero su destino final no está claro. En 1903, es probable que Lieserl fuese dada en adopción o que muriese de fiebre escarlata, el caso es que sus padres jamás la volvieron a mencionar en su correspondencia, y Albert no la mencionó en su declaración de inmigración en los Estados Unidos.
Mileva volvió a Zurich y retomó la relación con el ya empleado de la Oficina de Patentes de Berna y, en 1903, en esa misma ciudad, contraerían matrimonio. Durante la primera década del siglo, no sólo Einstein lograría uno de sus más importantes descubrimientos con el que se labraría una gran reputación en el campo de la física, sino que la familia aumentaría con dos nuevos vástagos, Hans Albert (Mayo 1904) y Eduard (Julio 1910). En 1911, la familia se trasladaría a Praga, donde Einstein permanecería durante año y medio como profesor en la Universidad Alemana, antes de volver a su Alma Máter en Zurich, donde enseñaría Mecánica Analítica y Termodinámica.
Para entonces sus trabajos sobre el efecto fotoeléctrico, el movimiento Browniano, la equivalencia entre masa y energía y, especialmente, su teoría Especial de la Relatividad, habían hecho de Einstein uno de los científicos más respetados y buscados en Europa. En 1913, Max Planck la ofreció la dirección del Instituto Keaiser Wilhelm para la Física, además de una cátedra en la Universidad Humboldt de Berlín, pero sin la carga académica, lo que le permitiría dedicarse a tiempo completo a sus investigaciones. La oferta era enormemente atractiva para el joven científico, no tanto para Mileva que no quería vivir en la capital del Imperio Alemán. Aún así, la familia entera se trasladó, pero el matrimonio llevaba tiempo haciendo aguas y, en 1914, Mileva volvió a Zurich con sus hijos. Albert se comprometió a enviar anualmente 5.600 Reichsmarks para su manutención y prometió a su esposa cederle el premio económico que vendría con el ya esperado Nobel. En 1919 el matrimonio hizo efectivo el divorcio y, en 1922, cuando Einstein recibió el Premio Nobel de Física, cumplió su parte del trato transfiriendo el monto total a Mileva, que lo invirtió en tres propiedades.
Para entonces Albert ya había empezado una relación con Elsa Löwenthal, su prima en primer grado por parte de madre y en segundo grado por parte de padre. El mismo año de su divorcio, Albert contrajo matrimonio con Elsa, e hizo un último viaje a Zurich para pasar el verano con sus hijos y arreglar su futuro con Mileva.
Hans Albert Einstein tuvo una vida razonablemente normal. Estudió Ingeniería Civil en la misma universidad que su padre y contrajo matrimonio en 1927, sin el consentimiento Albert. Continuó su carrera en Alemania, donde obtuvo su doctorado y se especializó en el transporte de sedimentos. En 1936, ya con los nazis en el poder e instado por Einstein, que ya había emigrado a los Estados Unidos, Hans Albert hizo lo propio, encontrando empleo en el Departamento de Agricultura y posteriormente en la Universidad de California en Berkeley. Una autoridad en su propio campo, Albert recibió alguna visita ocasional de su celebérrimo padre. Viudo en 1958, Albert volvió a casarse y murió en 1973.
Eduard no tuvo la misma suerte. Desde muy pequeño, el menos de los Einstein sufría de problemas sicológicos, por lo que constantemente tenía que ser ingresado. Un buen estudiante y admirador de Sigmund Freud, Eduard pensaba convertirse en psiquiatra, pero en 1931, a la edad de 20 años, los médicos le diagnosticaron esquizofrenia y su breve carrera se vio truncada. Aparentemente, los tratamientos de shock eléctricos muy de moda en aquel entonces le hicieron más daño que bien, y el resto de su vida tendría que ser cuidado, primero por su madre y, a la muerte de esta en 1948, permanentemente ingresado en la Clínica Burghölzli en Zurich. Su padre le visitó en una ocasión después de su diagnóstico, pero después de que este emigrara a los Estados Unidos en 1933, jamás volvería a ver a su hijo. Durante años si mantuvieron correspondencia, pero Eduard siempre se sintió abandonado y en una ocasión incluso dijo que odiaba a su padre. Murió en 1965, diez años después que su padre.
Nadie sabe las razones por las cuales Albert Einstein manejó sus relaciones familiares como lo hizo, y dudo mucho que los sepamos en el futuro. Para un genio de la ciencia tan simpático y como él, que tanto se preocupaba por la especia humana, es extraño que no haya hecho ningún intento de conocer a su hija y que no la mencionara nunca después de 1903. También es extraño que no hubiese visitado a su hijo enfermo después de la guerra, considerando que no tenía problemas económicos. Nadie es perfecto y el gran sabio tendría sus razones que, en algún momento en el tiempo y en el espacio serán juzgadas, pero ahora no es cuando y yo no soy quien.
einstein ha sido uno de los mas grandes plagios, fraudes y engaños de la historia, comprobadlo por favor:
http://www.bibliotecapleyades.net/esp_einsteinsp.htm
o simplemente poned en el buscador , la verdad sobre einstein….se os caera el mito, asi y tantos como darwin y etc…podeis comprobadlo…amen de q eran masones…la mayoria…ahi lo dejo…el q kiera..q investigue…
No sé qué tenga que ver que fueran «masones», en caso de que tu absurda acusación fuese cierta. Lo que publicas no tiene nada que ver con la realidad, pero lo dejo para que mis lectores se rían un poco, por no llorar. En fin, que hay mucha tontería en internet…
Esos comentarios nos divierten a tus lectores. Hay de todo. Será creacionista?
Jeje, hoy a mí también me ha hecho reír, otras veces me desespero, ya sabes, hay de todo en la viña del señor… 😉
Un abrazo Deimos.
Va mi apoyo, Barcala. Imagino que aún con tu oficio debes haber tomado muchos ansiolíticos antes de responderle a «q mas da».
Muchas gracias MrJordi, son gajes del oficio, y a veces me encabritan, pero otras sólo elevo la mirada esperando paciencia…;) Muchas gracias por comentar y por tu apoyo. Un abrazo.
Pingback: Einstein y sus hijos: nadie es perfecto