Juan Bautista de la Salle, Maestro de Maestros.

Para los que no tienen la suerte de pertenecer a la familia lasallista, el nombre del personaje de hoy puede resultar no muy conocido. Yo mismo me he topado con mucha dificultad para encontrar referencias que no tengan su origen en su propia obra, lo cual me parece muy injusto, pues si hay una persona sobre la que recaiga buena parte del mérito del progreso educativo en los últimos siglos, es al fundador del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas. Su obra aún pervive y en la actualidad más de un millón de niños y jóvenes estudian en las escuelas de La Salle repartidas en 83 países, a cargo de más 80.000 educadores seglares, convirtiéndola en una de las instituciones educativas no públicas más grandes del mundo.

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Juan fue el primogénito del matrimonio formado por Luis de la Salle, un acaudalado abogado, y Nicolasa Möet de Brouillet, heredera del imperio viticultor de Reims, ciudad donde el niño vio su primera luz el 30 de abril de 1651. Como cualquier otro niño aristócrata de la época, fue educado por tutores privados en casa, al igual que sus hermanos, un privilegio exclusivo de las clases altas, pues no existían las escuelas públicas. Su padre quería que fuese abogado, pero desde muy joven, Juan demostró una clara vocación religiosa, probablemente influenciado por las historias de santos que su abuela le contaba en la niñez. A los 16 años recibe una canonjía, una prebenda religiosa que le convertía en miembro del cabildo catedralicio, y un año después, en 1668, recibía las órdenes menores en el seminario de Reims. Sin embargo, la repentina muerte de sus padres entre los años 1671 y 1672, obligó a Juan Bautista a hacerse cargo de sus hermanos y de los asuntos familiares, tarea que desarrolló simultáneamente con sus estudios de Teología hasta recibir su doctorado en 1680. Dos años antes, el 9 de abril de 1678, fue ordenado sacerdote y todo parecía que el joven religioso tendría una carrera brillante dentro de la iglesia. Sin embargo, sus inquietudes terminaron llevándole por otros derroteros.

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En la Francia pre-revolucionaria, la pobreza era rampante entre la mayoría de los ciudadanos y sólo los niños de los más ricos podían recibir una educación. Juan observaba a muchos de estos pequeños perdiendo el tiempo en las calles, cuando no dedicados a la delincuencia, y le pareció muy injusto que no tuvieran una oportunidad de mejorar sus prospectos. Inspirado por la obra de juan_bautista_de_la_salleAdrián Nyell, quien en la ciudad de Rouan había fundado un programa para la educación de los pobres, Juan Bautista empezó por sacar a un grupo de niños de la calle y llevarlos a su casa, donde recibían alimentación y una educación gratuita, en un principio a cargo del todavía sacerdote, y poco después con la ayuda de varios maestros contratados por él mismo. No obstante, Juan fue criticado por “mezclar” su obra con la vida privada de sus hermanos, por lo que en 1679 decidió alquilar una casa a donde se llevó a niños y maestros, pero también fue criticado por gastar la fortuna familiar en dichos menesteres, por lo que en 1683, repartió sus bienes entre los pobres y renunció a sus títulos religiosos para dedicarse en pleno a su obra educativa. Al año siguiente, fundó el Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas.

Desde un principio, Juan Bautista de la Salle demostró madera de innovador. Entre sus primeras ideas revolucionarias destacan el agrupar a los alumnos por edad y enseñarles en su lengua vernácula, en este caso el francés, pues hasta entonces aquellos que recibían una educación privada lo hacían en Les_règles_de_la_bienséance_et_de_la_civilité_chrétienne_1822latín. Estableció un horario fijo para las clases, inédito hasta entonces, y luchó por involucrar a los padres en la educación de sus hijos. También estableció un código de conducta a los maestros, instigándoles a tratar a los niños con cariño y respeto y, en 1684, fundó la primera Escuela Normal del mundo para la formación de profesores. Otras innovaciones de Juan Bautista fueron la creación de Escuelas Correccionales dedicadas a la educación de jóvenes con problemas judiciales, las escuelas de oficios, la escuela secundaria y la enseñanza de lenguas modernas. Todo esto de manera gratuita, sin importar si los padres podían pagar o no.

La obra de Juan Bautista de la Salle se expandió rápidamente por toda Francia, a pesar de los obstáculos, a pesar de la enemistad de los maestros privados que perdieron muchos clientes. Hubo casos en que los calígrafos entraron en sus escuelas y destrozaron el material escolar, y otros en que recibió demandas judiciales, que se saldaron siempre a favor del Instituto. Juan Bautista también tuvo que lidiar con algunos de sus Hermanos, como llamaba a los miembros de la congregación, pues no siempre estaban de acuerdo con los votos de celibato, pobreza y humildad que debían jurar, pero él acepta los problemas como parte de su vocación y en ningún momento abandona. Su fe, su vocación y, en especial, su amor por los niños, aseguraron el porvenir de su obra.

Juan Bautista de la Salle murió el 7 de abril de 1719 en San Yon, Rouan, y fue canonizado el 24 de mayo de 1900, pero su legado como educador y protector de los niños pobres pervive en buena parte del mundo. Las escuelas de La Salle son en la actualidad dignas herederas del espíritu educativo y progresista de su fundador. Muchas de ellas son de pago para aquellos alumnos que pueden permitírselo, pero aprovechan esos fondos para ofrecer un futuro a los más necesitados en los países más pobres. Son instituciones que en su mayoría están a cargo de Hermanos Lasallistas, y donde la educación cristiana tiene un lugar preponderante, pero sin dejar que la religión prevalezca sobre la ciencia.

Habréis adivinado que yo soy hijo de las escuelas de La Salle, de lo cual me siento eternamente agradecido y orgulloso. Pasé 12 gloriosos años entre los muros del Colegio Benavente de Puebla, México, al menos en aquel entonces, considerado uno de los mejores del país, donde año tras año padres e hijos formaban Colegio Benaventelargas colas para encontrar una plaza. Ahí aprendí a escribir, a leer y a pelearme con las matemáticas y con la física. En sus aulas conocí a Charles Darwin y su Teoría de la Evolución, a Herodoto de Halicarnaso y a Einstein. También conocí a los hermanos Arróyave, Mijares, John, Vernet, Luna, Carrillo, Carriedo; a las Mises Marisa, Leti, Emma, a los muy sufridores señores Flores, Torres, Desentis y al Sr. Acebo, a quien en buena parte debo mi pasión por la historia y la geografía. A todos ellos y otros profesores les pagué sacándoles canas verdes, pero nunca me cansaré de darles las gracias. No me cabe duda que San Juan Bautista de la Salle está orgulloso de ellos.

 

Acerca de J.G.Barcala

Profesor y traductor de idiomas. Comprometido con la libertad, la democracia y el progreso. Aventurero y viajero empedernido. Escritor de todo lo que se preste.
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